La cantautora y estrella pop más aclamada de la última década logra despojarse de todos sus fantasmas y sus peleas con la traicionera industria musical para entregar con una simpleza genuina uno de los discos más precisos y bellos de su carrera.
“Nadie me vio físicamente durante un año” contaba Taylor Swift en su documental Miss Americana, que se estrenó este año en Netflix. Se refiere al año de receso que vivió luego de los periodos más polémicos de su carrera musical, donde fue duramente criticada no solo por la prensa, sino que por sus pares y el público, luego de enfrentar varias situaciones con otros artistas de la industria.
Y la verdad es que para Taylor Swift nada ha sido fácil. Su status y su fama muchas veces no era deseada en un ambiente donde es cuestionable el éxito femenino. De hecho, es uno de los ejemplos más claros del doble estándar que existe en la industria musical: Taylor Swift hablaba de su vida amorosa y era polémica mientras que Ed Sheeran hablaba de su vida amorosa y nadie movía un dedo. Taylor Swift tenía una opinión política y era una entrometida, un hombre tenía una opinión política y era consecuente. Este paralelismo lo explicó ella misma en su documental, y demuestran la lucha involuntaria que tuvo por años con este problema, uno que la obsesionó y moldeó su carrera: tenía que demostrarle constantemente a sus enemigos que era la más fuerte.
Ese modus operandi le trajo muchas cosas, como nominaciones a los Grammy, más polémicas, discos de oro y mucho más. La Taylor que evolucionando en su género musical conseguía siempre resurgir de las cenizas con más fuerza, también era la Taylor que, disco a disco, se cansaba de demostrar cosas a los demás. De este cansancio nació en una primera instancia Lover(2019), álbum que fue una celebración y una aceptación de su nueva y feliz vida. Pero venía algo mucho más íntimo y con un mensaje mucho más fuerte: folklore.
folklore es el octavo álbum de su carrera. Producido por Aaron Dessner, Jack Antonoff y ella misma, este disco funciona como una sorpresa. Primer punto para una Taylor Swift que ya no le interesa lo que piensen de ella. Todo aquí es un statement. Anunció el lanzamiento de un día para otro, no hizo prensa ni marketing y es exactamente eso lo que la hace volver al origen.
El álbum, compuesto por 16 canciones, todas escritas en minúsculas, son una narración sencilla y acústica de sentimientos reales, sin tantas dobles lecturas y sin el peso de tener que seguir una línea comercial establecida. Por eso, esta vez se anima a probar sonidos más indie y menos pop, obviamente jugando con el folk, teniendo incluso una colaboración con Bon Iver. Una aventura en el bosque con tintes de country que recuerdan a una joven Taylor Swift que tocaba solo por amor a la música.
Esta vez, el disco funciona como una gran película, donde la cantautora es un narrador omnisciente y al mismo tiempo se expresa a través de cada uno de los personajes de su cuento, al que ella misma se refirió como uno que "explora un triángulo amoroso desde las perspectivas de las tres personas en diferentes momentos de sus vidas".
Las teorías sobre esta historia son variadas, pero todas coinciden en que Taylor Swift se basó en la vida de Rebekah Harkness, la ex propietaria de su mansión en Rhode Island, para hacer este disco, ya que ella misma confirmó que la canción the last great american dynasty es sobre Harkness. Desde allí, al menos tres canciones parecen estar entrelazadas: cardigan, august y betty. Todas hablan sobre sobre un amor traicionado y las diferentes perspectivas de ese hecho.
La mezcla de esa intrigante historia con la vibra calmada e íntima de los sonidos de este álbum que no intenta ser nada más de lo que es, es exactamente lo interesante de él, y muestra una faceta nueva y relajada de una de las artistas que no ha sucumbido a los pormenores de la industria.
El tema es que, Taylor Swift, sin mayor esfuerzo o ganas de demostrarlo, logra encontrar la misma pasión narrativa que en sus otros discos, siendo una gran cuentacuentos pero a su propio ritmo y con sus propias reglas, también con sus propios sonidos. Este es un álbum que aunque no parece personal sí lo es, porque sigue siendo una declaración de intenciones de principio a fin. Es un disco sorpresa que no esperó tiempos ni momentos adecuados, porque este era el momento adecuado para ella y así lo hizo. Un disco que no cumple con la norma o con el hit de radio. Un disco que es lo que es: un grito de libertad.
A Taylor Swift ya no le importa. Ella hace música porque la ama y punto. Los que vengan por ella que vengan. Mientras, junto a su piano y su guitarra, las canciones seguirán contando todas sus historias posibles, y sus fans siempre la volverán a posicionar en las alturas.
Escucha folklore aquí:
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